Y la luz se hizo de nuevo.
Hubo peronismo. Hubo ciencia ficción. Hubo realismo descarnado. Hubo horror. La música apropiada.
Hubo: Corrincho, capítulo 4.
El desafío era grande. Grandes autores. Un vuelo que cambió de caras y de voces al compás de los párrafos.
Los textos. Esos textos que nacen en los oídos de quienes, fecha a fecha, se acercan hasta la casa Pachamama a ver de qué se trata esto de un ciclo de novela inédita o inconclusa.
Apenas pasadas las 22 horas, José María Marcos se atrevió a volverse sonido de ese escrito de Alejandro Alonso que aporta otra mirada a ese fenómeno imposible de definir llamado peronismo.
Que siempre permite otra lectura. Otra escritura. Y Alonso apela a todo su repertorio para decir: acá no está todo dicho.
Esto también es real. Y verosímil.
Más tarde, el mismo Alejandro Alonso muta en Laura Ponce para dejar en claro que la ciencia ficción y la poesía son compatibles.
Que hay universos. Razas. Miedos y esperanzas comunes. Como las palabras.
En un momento, Laura Ponce es Leo Capucci. Se despliega una Buenos Aires marginal, infinita, y también dolorosa.
Capucci entiende que esa historia que se cocina a fuego lento de pronto, diez líneas más tarde, ya no le pertenece.
Es del público, que se acomoda, a veces sonríe. A veces se vuelve marginal como muchas de las oraciones del autor.
Para el final de la velada, Capucci se adueñará por un momento de José María Marcos. El texto recibe el nombre de Faustina, y su fragancia es lo oscuro de lo gótico. Lo que da miedo.
Además quedaron imágenes. Y algo más. En esta ocasión, gentileza de Hernán Brignardello y del mismo José María Marcos.
José María Marcos, voz de Alejandro Alonso por unas páginas.
Otro momento de Marcos, con el bajo de Jerónimo Naranjo detrás, creando el clima apropiado.
Alejandro Alonso, concibiendo otro universo a explorar esculpido por Laura Ponce.
Alonso, en un momento luces tenues en la espalda y un fulgor por delante que ilumina la obra en nacimiento.
Laura Ponce, a punto de comenzar a leer a Capucci. A su lado, el autor explica parte del génesis del escrito.
Después llega la lectura. Ponce se pierde en la oscuridad de Leo Capucci.
Cuando le llega el turno a Capucci, ahí está José María Marcos para fijar un contexto: el del escritor que imagina. La historia vendrá después.
Ahora Capucci es Marcos. Y con él se apagarán las voces de un nuevo capítulo del ciclo.
Aportando tonalidades, el bajo de Jerónimo Naranjo. En la imagen, acompañado por un guitarrista anónimo que se plegó a la fiesta.
Para el final, los organizadores: Patricio Eleisegui y Juan Marcos Almada. Dicen que hablaban del próximo Corrincho.
De un tal Capítulo 5...
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