sábado, 23 de octubre de 2010

Corrincho, capítulo siete: Energía

Nunca falta quien dice que la literatura tiene que tener movimiento, energía, vitalidad…

¿Será porque nunca participó o asistió a Corrincho?

Seguramente.

Porque sino, hubiese encontrado todos y cada uno de los atributos que se le piden a la palabra escrita y leída.

Porque en la última edición del ciclo que pone la lupa sobre la novela inédita o en construcción si algo no faltó, fue esto:

Movimiento.

Energía.

Vitalidad.

El fuego se inició temprano, con un Leandro Ávalos Blacha (foto, abajo) tomando la fisonomía de Sergio Fombona por unas cuantas páginas.


No faltó lo escatológico. Mucho menos, la tensión y el gatillo inesperado que azota al público cuando la historia deja de ser sórdida para volverse, directamente, original.

Pausado y con el telón sonoro de los Rojo Estambul desplegándose a su espalda, Ávalos Blacha se internó por los pasillos de una historia sin medias palabras, y cargadas de imágenes que apuntan directamente al estómago.

Otra de Ávalos Blacha:



Minutos después, el mismo Fombona (foto, abajo) ajustó cuentas con un texto de Ávalos Blacha en el que las dualidades y los sentimientos se entremezclan en un drama donde se discuten roles, anhelos y obligaciones.


Una más de Fombona:


Preciso y siempre al punto, el escrito de Ávalos Blacha combina paradojas y desnuda disyuntivas casi párrafo a párrafo. Cuando se detuvo la primera oleada de lecturas, el aire se volvió Rojo Estambul.


Y hubo otro sonido.


Otra:


De vuelta al ruedo, Juan Guinot (foto, abajo) se hizo verbo entre las palabras, colores, olores y sabores que Gabriela Cabezón Cámara esculpió en un texto que no dudaba en gritar, casi independiente de autor y lector, ¡cumbia!


Más del exorcismo de Guinot:


Guinot primero mutó en acción. Voz y cuerpo. Luego decidió volverse letra. Y ahí fue el momento en que Gabriela Cabezón Cámara, casi un espíritu dominador de las ceremonias, se entremezcló entre línea y línea hasta apagar las voces.


Más de Cabezón Cámara:


Tras los adjetivos, quedó la celebración. Risas, charlas, comentarios, bebida y comida. Piernas, hombros, cabezas, labios en movimiento. Muchos. Ganas de más.


Amigos y amigos. Las fotos son obra y gentileza de Carla Serafini.

Una auténtica familia. Eso se está volviendo esto que Juan Marcos Almada y Patricio Eleisegui, allá a lo lejos, a principios de año, concibieron bajo el nombre de Corrincho.


La revancha es en noviembre. A ver si se animan…

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