Porque el clima íntimo propone eso: cercanía. Oídos bien atentos. Ganas de que la noche no termine.
Hechicero del tono, Adolfo Chouhy (foto, abajo) inició la velada entonando una obra que, concebida por Ramón Tarruella, oscila entre el drama y lo bizarro. Y deja una puerta abierta a todo aquel que goza navegando entre las aguas de lo cotidiano.
Minutos después, el mismo Ramón Tarruella (foto, abajo) se vistió de humedad y registro fílmico para atravesar el oleaje hecho relato de Alejandra Zina.
Hubo misterio. Y sabiduría de pescador. También, apariciones que sólo sirven para ilustrar algo que no está.
Para el final, Alejandra Zina (foto, abajo) se hizo enigma entre las palabras de Adolfo Chouhy.
Zina caminó descalza a través de un texto que se pierde entre laberintos femeninos. Y, de manera casi imperceptible, deja en claro que hay historias que nacen para ser continuadas.
También hubo música. Magia sonora dibujando telones y estados de ánimo a través de la guitarra y la voz de Juansis Prince (foto, abajo).
Por supuesto, quedó la certeza de que habrá revancha. Y que hay mantenerse despierto, martillando la pluma, porque habrá un próximo Corrincho.
Alguien avisó que cuando sopla el viento ya se lo puede oír. Ahí nomás. A lo lejos...
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